lunes, 26 de diciembre de 2011

El primer mandala

De Ana María Pinedo*

Cierto día, hace mucho tiempo, una anciana se sentó sobre una piedra ubicada sobre una pequeña colina próxima a su pueblo. De repente, una ráfaga de viento sacudió el aire y los rayos del sol que calentaban su cuerpo se convirtieron en una fuente de resplandor jamás visto. Las nubes habían desaparecido y la visión de la anciana se había ampliado: sorprendida, alcanzaba a percibir elementos extremadamente distantes. La mujer le rogó al viento que hiciera regresar a la protección natural contra el sofocante calor del mediodía y le suplicó al sol que tuviera piedad y redujera su esplendor. Ella no buscaba ver mas allá; simplemente, quería sentarse en aquel sitio y contemplar la belleza de su estrecho mundo cotidiano.
En el centro del valle corría un arroyo que hacia llegar a sus oídos una suave melodía. Algunos árboles se destacaban entre la hierba, pero todo el valle estaba contenido por un imponente bosque cerrado, profundo y misterioso. Detrás de la anciana, la hierba alcanzaba los pies de altas rocas sobre las que se escabullían lagartijas y serpientes. Mas allá de la formación rocosa,  enormes picos montañosos recortaban el cielo. La majestuosidad de las montañas se imponía con acantilados y picos cubiertos de nieve. La anciana se imagino las siluetas de niños que saltaban de una cima a la otra y una lágrima se deslizo por su mejilla.
Entonces, volteo la mirada hacia la región que ocupaban las casas de su pueblo. Agrupados cerca del arroyo, cada pequeño hogar exponía en el frente las telas y los cueros que se empleaban para la vestimenta y las faenas. Reconoció la casa de su hija y recordó aquellas familias que habían perdido algún integrante durante el crudo inverno pasado. Su propio hijo había desaparecido, al igual que ocurrió con su esposo, tiempo después, cuando no regreso de una partida de caza. Desde aquel fatídico día, la anciana no había pronunciado ninguna palabra.
Detrás del valle, las copas de los árboles del bosque parecían crear una barrera, pero sin llegar a tocarse. La tierra se abría tímidamente para permitir que un hilo del arroyo se extendiera hacia el horizonte donde su curso se introducía en las oscuras aguas del un lago. Deseo llegar un día hasta sus costas para sumergir sus manos y refrescar su rostro. Recordó una fuente de agua natural que solía visitar durante su infancia, volvió a sentir el aroma de las flores que crecían en la ribera y revivió las tardes soleadas que compartía con sus hermanos. Pensó que los recuerdos eran tan reconfortantes como el paisaje que se extendía ante sus ojos.
De repente, un pájaro se poso cerca de ella interrumpiendo abruptamente su viaje por la profundidad de su memoria. Su brusca reacción hizo que el ave se alejara. Atenta al movimiento de sus alas, comprendió que hacía rato que la ráfaga había cesado y que el animal se había acercado para demostrárselo.
El horizonte se había extendido para la anciana y para su pueblo. Podrían caminar días enteros, pero nunca alcanzarían sus límites. La línea a lo lejos se mantendría eterna y desafiante, puesto que todo lo abarcaba y nada quedaba fuera de su perímetro. Entonces, la anciana descubrió que ella misma era el centro de esa vastedad y se rió; siempre lo había sido, pero hasta el momento no se había dado cuenta de su realidad.
El mundo exterior había expandido sus límites y, a su vez, había movilizado profundos recuerdos en su memoria. Mas allá de su capacidad de comprensión, sus sueños se proyectaban hacia el exterior y el medio circundante crecía con fuerza en su interior. Perdida en la tarea de clarificar esa relación, una repentina duda la abordo: ¿había algún lugar en su interior en el que pudiera identificar su esencia, mas allá del mundo exterior y de sus pensamientos interiores? La anciana se levanto, recogió una vara y dibujo un circulo en la tierra.(…)

*Autora Del libro "Meditar con Mandalas", Ed. Del Club.



Comentario:
Una de las maneras más prácticas y trascendente que ha tenido el hombre para manifestar lo que la razón y la lógica no pueden abarcar en totalidad, (ya que poco es lo que se puede abarcar totalmente), es a través del arte en sus distintas formas, en este caso es a través de un cuento o de contar una historia. Lo que cuenta la historia en este caso es lo que hoy llamaríamos una “meditación”, la anciana entró en un estado meditativo en donde las conexión con su historia le hizo florecer distintos estados: tristezas, alegrías, lágrimas, recuerdos, paisajes, momentos que fueron mas allá del tiempo y el espacio, fue lo que llamaríamos un torbellino de emociones, pero al no ser emociones estimuladas desde el exterior, si no desde su propio interior, desde su propia memoria, esas emociones son mas que eso, son sentires, voces que afloran y surgen desde lo mas profundo de nosotros, es ella contemplando todo su interior mezclándose con lo exterior en formas de imágenes y emociones. La anciana no hubiera tenido, tal vez, la capacidad de explicar esas sensaciones, sin embargo en la necesidad de expresar esa esencia, y expresarSe, no hizo mas que trazar un Símbolo: el Circulo, Su Totalidad, un Mandala.

Es importante señalar al Mandala como puente entre dos mundos, el interior y el exterior, y es un puente de doble mano, el Mandala aquí surge casi naturalmente después de una meditación, sin embargo podemos llegar a un estado meditativo a través de un Mandala. Los significados de todas las imágenes y sensaciones que surjan de éste, son tan disímiles como las personas que acometan este ejercicio, sus resultados son variados, pero siempre, irremediablemente, hay “resultados”, o para llamarlo de otra forma menos contundente, hay “consecuencias”, hay algo que se mueve, que aflora, que aquieta, que nos comunica, que nos conecta, que nos incomoda, que se marchita o florece, que negamos o afirmamos. Seguir contemplando lejos de la razón y la lógica, y entrar en la acción de las formas en el círculo, sin duda es una herramienta que nos brinda respuestas impensadas, pero seguirá siendo siempre un puente de conexión con nosotros mismos.


martes, 20 de diciembre de 2011

Picasso



El cuadro tiene el mismo valor que la naturaleza


 Picasso (1881-1973)
  Wort und Bekenntnis, Zurich, 1954. Worte del Malers Pablo Picasso, Zurich, 1970. De Documentos para la comprensión del arte moderno, Walter Hess, Ed. Nueva Visión.

 Queremos encontrarle un “sentido” a todas las cosas. Esa es una enfermedad de nuestra época, que es tan poco práctica y que sin embargo cree ser más que cualquier otra. Todos quisieran entender el arte. ¿Por qué nadie intenta entender el canto de los pájaros? ¿Por qué amamos la noche, las flores, todo lo que nos rodea, sin querer entenderlo? Pero cuando se trata de un cuadro, la gente piensa que debe “entenderlo”. Si pudieran entender de una buena vez que un artista crea porque “debe” crear (…). Los hombres que quieren explicar un cuadro, por lo general ladran en la dirección equivocada. Todos sabemos que el arte no es verdad. El arte es una mentira que nos enseña a comprender la verdad, al menos la verdad que –como hombres- somos capaces de comprender.

 La gente no sólo quiere reconocernos como creadores de cuadros: también quiere convertirnos en teóricos y fabricantes de dichos ingeniosos. Es así como se han hecho antologías de pensamientos de Ingres, de Delacroix. La gente se entusiasma. Pero, ¿qué pensamiento podría compararse con su Sardanapal? ¿Usted espera de mí que le diga, que le defina qué es el arte? Si lo supiera, me lo guardaría. Yo no busco, encuentro.

 Un cuadro no está concebido y fijado de antemano. Mientras uno trabaja en él, se modifica en la misma medida en que cambian los pensamientos. Y una vez que está terminado, sigue modificándose, según el estado de ánimo de quien lo contempla. Un cuadro vive su propia vida como una criatura viviente, y sufre los mismos cambios a los que estamos sometidos en la vida cotidiana. Eso es totalmente natural, pues el cuadro sólo tiene vida gracias al hombre que lo contempla.

 (…) siempre hay que comenzar por algo (real). Después podrá uno borrar todas las huellas de lo real. Es (la cosa) lo que originalmente puso al pintor en movimiento, le inspiró su idea e hizo vibrar sus sentimientos. Ideas y sentimientos terminarán por quedar aprisionados dentro de su cuadro. Ocurra lo que ocurra, ya no podrán evadirse del cuadro: forman con él un todo íntimo, aun cuando ya no pueda distinguirse su presencia. Le guste o no, el hombre es el instrumento de la naturaleza. Ella le impone su carácter y su forma de manifestación…No es posible ir en contra de la naturaleza, que es más fuerte que el hombre más fuerte.
 El cuadro tiene el mismo valor que la naturaleza.

  Cuando se empieza un cuadro, a menudo se descubren cosas bonitas. Hay que estar prevenido contra ellas. Uno debe destruir el cuadro y reelaborarlo repetidas veces. Cada vez que el artista destruye un hermoso descubrimiento, en realidad no lo elimina, sino que más bien lo transforma, lo condensa, lo hace más sustancial. Lo que finalmente resulta de todo eso es el fruto de los hallazgos desechados. Si uno procede de otro modo, se convierte en su propio “conocedor”. Yo no me vendo nada a mí mismo. Copiarse a sí mismo es más peligroso que copiar a otros. Lleva a la esterilidad.


  

lunes, 19 de diciembre de 2011

Acerca del Color III AZUL


“Cuanto más profundo el azul, más llama al hombre a lo infinito y despierta en él el anhelo de lo puro, y finalmente, de lo suprasensible”.
                                                                                                                                              Kandinsky     
 Azul


 El azul es el color de lo divino: los dioses viven en el cielo, el azul rodea a los dioses. Las máscaras doradas de los faraones tienen el cabello y la barba azules. El dios egipcio Amón tiene la piel azul para volar por el cielo sin ser visto. También el dios indio Visnú (Krishna) tiene la piel azul como signo de su origen celeste, y lo mismo ocurre con el dios Rama. Entre los romanos, es el color del reino de Júpiter, señor del cielo. En la Edad Media se pintaba la cúpula de azul porque simbolizaba la bóveda celeste. En la religión judía, el cielo es el trono de Yahvé, y consiste en un zafiro. El azul divino y el blanco de la pureza son los colores del sionismo.

 En el Romanticismo la “flor azul” es un motivo emblemático. En 1802 apareció la novela de Novaliz Enrique de Ofterdingen. En ella, Enrique, poeta, sueña con una flor azul que crece entre rocas azules junto a un manantial azul. Ve cómo la flor se transforma y aparece en ella el rostro de una mujer. El sueño lo lleva a irse de su casa, quiere descubrir el mundo con el espíritu de la poesía. En el extranjero conoce a Mathilde, y la reconoce. La narración de Novalis trata del anhelo de un sentido para la vida que nazca del conocimiento místico.
 En Sobre lo espiritual en el arte, Kandinsky escribe: “Cuanto más profundo el azul, más llama al hombre a lo infinito y despierta en él el anhelo de lo puro, y finalmente, de lo suprasensible”.
 Es el color de la fantasía, de las ideas cuya realización se halla lejos. El color del anhelo, de lo irreal, de la ilusión y el espejismo
 Se lo asocia a la lejanía, lo grande, la eternidad. En la perspectiva atmosférica, en la lejanía todos los colores aparecen turbios y azulados debido a las capas de aire que los cubren. El azul claro queda ópticamente detrás. Vemos el aire y el agua azules en cuanto hay profundidad. Desde el espacio la tierra parece azul. En cuanto se acumulan grandes masas de algo transparente, surge el color azul: por eso es el color de las dimensiones ilimitadas.
 Como color de la lejanía, es el color de la fidelidad, pues ésta se pone a prueba cuando se da la ocasión para la infidelidad. Las flores azules que simbolizan la fidelidad son poco vistosas (como la fidelidad, no pueden demostrarse a simple vista). En la poesía de los trovadores aparece  Staete, mujer cuyo nombre significa “constancia”, encarnación de la fidelidad, vestida de azul.

  Es el color del frío, de la nieve, el hielo; con el frío nuestra piel y labios se ponen azules. La sombra es azulada desde que los impresionistas representaron las cosas disolviéndolas en la luz.
  El azul, blanco y plata es el acorde de lo frío y fresco, ideal para los envases de productos que deben conservarse fríos y frescos.
  En “Hoffnung” (La esperanza frustrada, 1821), de C. David Friedrich aparece un buque destruido sobre el mar helado y un cielo de un azul claro especialmente frío.

  El azul es opuesto psicológicamente del rojo. El contraste simbólico expresa los opuestos pasivo-activo, frío-caliente, bajo-alto, espiritual-corporal, femenino-masculino. Se opone también al marrón, lo espiritual-terrenal, noble-innoble, ideal-real. Según la antigua simbología es el color femenino, del polo pasivo, tranquilo, introvertido, asociado al agua, atributo de lo femenino, opuesto al rojo activo, fuerte y masculino.

 El azul y el blanco simbolizan los valores supremos: la verdad, el bien, la inteligencia.
 Se lo asocia al mérito y al orgullo. Es el color de las cualidades intelectuales y masculinas, asociado a la deportividad. Es el color de la fría razón cuando predomina sobre la pasión.

 Es uno de los colores primarios. El azul puro, empleado sobre todo en las imprentas se denomina “cian”. El pigmento más caro ha sido el azul ultramar, fabricado a partir del polvo de lapizlázuli.
 Puede ser utilizado, en las artes visuales, en grandes extensiones sin llegar a cansarnos, dependiendo de su ubicación: arriba es más ligero, abajo pesado.
 Es el color preferido por el 46 % de hombres y el 44 % de  mujeres.

Acerca del Color II


La vivencia del color






El color es una potencia psíquica que afecta a los sentidos, a la mente y al cuerpo físico. Por él se pueden crear sensaciones y determinar estados de ánimo positivos y negativos.
Se conocen muchos más sentimientos que colores. Por eso, cada color puede producir efectos distintos. Un mismo color actúa en cada ocasión de manera diferente.




El artista, profesor y teórico de los colores Johannes Itten tomó los colores de las estaciones como ejemplo de que “las impresiones y vivencias que producen los colores pueden considerarse de una manera perfectamente objetiva, aunque cada individua vea, siente y juzgue los colores de una manera personal”. Para ello se sirvió de cuatro pinturas que representaban las estaciones, pero sin objetos de ningún tipo. Cada pintura se componía de cuadrados iguales, diferenciándose sólo en los colores, usados como colores típicos de cada estación. Los colores que mostraban los “cuadrados de primavera” de Itten eran amarillo claro, verde claro, azul claro y rosa. Entre los de verano dominaban el verde y amarillo. Entre los del otoño dominaban el castaño, naranja y el violeta. Entre los del invierno, el blanco, el gris y el azul. Las respuestas de sus estudiantes ante las pinturas fueron unánimes. A pesar de las sensaciones individuales, hay una comprensión universal.

Simbolos


 El simbolismo del animal en la pintura rupestre



 Las pinturas de animales se remontan a la Era Glacial (entre 60.000 y 10.000 años a. C). Fueron descubiertas en paredes de cuevas en Francia y España a finales del siglo  XIX. (…). Las pinturas rupestres del Paleolítico consisten casi totalmente en figuras de animales cuyos movimientos y posturas fueron observados al natural y reproducidos con gran destreza artística. Kühn escribe: “Lo extraño es que muchas pinturas primitivas fueron utilizadas como blanco de tiro. En Montespan hay un grabado representando a un caballo al que le acosan hacia una trampa; está marcado con impactos de dardos (…). Estas pinturas sugieren una magia de caza como la que aún practican las tribus cazadoras en Africa. El animal pintado tiene la función de un “doble”; con su matanza simbólica, los cazadores intentan anticipar y asegurar la muerte del animal verdadero. Esto es una forma de magia simpática que se basa en la “realidad” de un doble representado en una pintura: lo que ocurra a la pintura le ocurrirá al original. El hecho psicológico subyacente es una sólida identificación entre un ser vivo y su imagen a la que se considera el alma del ser.

 Otras pinturas rupestres pueden haber servido para ritos mágicos de fertilidad. Muestran animales en el momento del apareamiento; puede verse un ejemplo en las figuras de los bisontes, macho y hembra,  en la cueva de Tuc d’Audubert Francia. De este modo, la pintura realista de los animales se enriqueció con matices mágicos y tomó un significado simbólico. Se convirtió en la imagen de la esencia viviente del animal.

 Las figuras más interesantes de las pinturas rupestres son las de seres semihumanos disfrazados de animales, que a veces se encuentran junto a los animales. En la cueva de los Trois Frères, en Francia, un hombre envuelto en una piel de animal toca una flauta como si estuviera conjurando a los animales. En la misma cueva hay un ser humano danzando, con cornamenta, cabeza de caballo y garras de oso. Esta figura, dominando una mezcolanza de varios centenares de animales es, indiscutiblemente, el “Señor de los Animales”.
 En algunas tribus africanas, en las iniciaciones, las sociedades secretas, y aún en la institución de la monarquía en esas tribus, los animales y los disfraces animales desempeñan con frecuencia un papel importante. El rey y el jefe también son animales, generalmente leopardos y leones. (…) Un jefe no sólo se disfraza  de animal; cuando aparece en los ritos de iniciación con su disfraz completo de animal es el animal. Aún más: es un espíritu animal, un demonio terrible que realiza la circuncisión. En tales momentos, incorpora o representa al antepasado de la tribu y del clan y, por tanto, al propio dios primordial. Representa, y es, el animal tótem.

  (…) El motivo animal suele simbolizar la naturaleza salvaje e instintiva del hombre. (…) la aceptación del alma animal es la condición para el completamiento y la vida vivida en plenitud.

 De El simbolismo en las artes visuales, Aniela Jaffé, El hombre y sus símbolos, C. G. Jung, Ed. Buc, Luis de Caralt.

Del libro INTRODUCCION A LA ESENCIA DE LA MITOLOGÍA de Carl G. Jung y Karl Kerényi (1941)

(…)El profesor Jung hizo el descubrimiento, ya hace tiempo, de que hombres modernos, completamente ignorantes de los misterios orientales, dibujaban figuras semejantes a mandalas o soñaban con ellas cuando iban a alcanzar su plenitud, a compensar sus contradicciones interiores. A este proceso también podríamos designarlo como “nueva edificación” o reorganización interna del ser humano. El profesor Jung lo denomina Individuación. Con los cuidadosos métodos de investigación analítica que le son propios, constata que, en el hecho vivido del mandala, se trata de una “realidad psíquica autónoma, caracterizada por una fenomenología que se repite siempre y es idéntica en todos los lugares donde se encuentra”. El símbolo del mandala parece ser una “especie de núcleo autónomo, de cuya estructura interior y de su significado último no sabemos nada”. Lo más importante al respecto lo decía en su comentario del libro chino Das Géminis der goldenen Blüte (Zúrich 1939):

“Tales cosas no nacen del pensamiento, pero deben emerger nuevamente desde las profundidades del olvido, para expresar el extremo pensamiento de la conciencia y la intuición mas elevada del espíritu; para fusionar así la singularidad de la conciencia del presente con el pasado mas primitivo de la vida”(...)

Comentario:
Mientras pareciera haber un bombardeo en propuestas orientales de sanación y terapias alternativas, Jung sorprendentemente (o no tanto) pareciera cobrar un protagonismo tardío en estos tiempos, por supuesto sin desmerecer a todos aquellos que han tomado el postulado Junguiano a primera hora, es indudable que en el florecimiento de terapias transpersonales, la figura de Jung cobra un protagonismo indiscutido, si bien el decía algo así como que los problemas de occidente se debían solucionar con herramientas de occidente, no pudo negar la trascendencia del mandala como símbolo arquetípico del inconciente colectivo de la humanidad, una totalidad o un circulo que en sus límites lo abarca todo. Sorprendentemente, o no tanto, esta teoría que tal vez está suscripta solo al ámbito de la psicología o filosofía o del pensamiento, o a la gran abstracción del inconciente, hoy es un hecho a punto de demostrarse científicamente, que dentro de los limites de cualquier cosa, existen todos los potenciales a manifestarse, una teoría postulada en un principio por Nassim Haramein, astrofísico de renombre, aunque no académico; este detalle en vez de desmerecerlo, para mi lo hace aún mas prestigioso, teniendo en cuenta que no esta solo en la demostración de esta teoría, si no que esta rodeado de grandes científicos de renombre en el campo de la física y la astrofísica.

Mas allá de esta observación al margen, decía que es interesante esto de las terapias orientales, sin duda es sabido que el mandala es una herramienta usada por aquellos lares, es absolutamente necesario recalcar que este símbolo, es el Símbolo Primigenio con el cual el hombre tuvo contacto en los principios de nuestra evolución, y que aparece en todas las culturas mas allá de sus distancias geográficas o temporales. No creo que sea necesario nombrar su trascendencia, solo basta mirar a quienes adoraban los primeros hombres y a quienes tomaban como dioses, la primera figura que se nos viene sin duda es el Sol, o la Luna, o la Tierra, los Planetas, etc.

En el texto traído en esta ocasión, Jung señala que hombres en tratamiento, lejos de este tipo de sabiduría, soñaban con estas formas, y el solo hecho de traer a la conciencia ese ordenamiento, proporcionaba mejoras en la reorganización del individuo. Estos no son los únicos párrafos en los cuales Jung marca la importancia de este símbolo, pero vamos a ir mechando y trae algunas definiciones capitales para entender el significado primordial de las “consecuencias” en el acometer de un mandala, ya que, como el mismo Jung dice, de su significado último no sabemos nada. Ese misterio se me hace fascinante, y no creo que sea mas que el misterio mismo del difícil camino de llegar a nuestro centro, con todo lo que ello implica.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

CUATERNIDAD / C. G. JUNG:

«La cuaternidad es un arquetipo que, por así decirlo, se presenta universalmente. Es la premisa lógica de todo juicio de totalidad. Si se quiere llegar a un juicio de este tipo, éste debe tener un aspecto cuádruple. Cuando, por ejemplo, se quiere caracterizar la totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales. Hay siempre cuatro elementos, cuatro cualidades primitivas, cuatro colores, cuatro casas en la India, cuatro caminos en el sentido de evolución espiritual en el budismo. Por ello también hay cuatro aspectos psicológicos de la orientación psíquica más allá de lo cual no puede ya decirse nada más fundamentalmente. Debemos tener, como orientación, una función que compruebe que hay algo (sensibilidad), una segunda que verifique qué es esto (pensamiento), una tercera función que diga si esto se adecua o no, si se quiere admitir o no (sentimiento) y una cuarta que indique de dónde viene y adonde va (intuición). Más allá de ahí ya no se puede decir nada... La perfección ideal es lo redondo, el círculo (cf. mandala), pero su escala mínima es la cuadratura.»(Symbolik des Geistes, 2.a ed., 1953, pág. 399.) 

Una vez mas, Jung nos explica aquí la cuaternidad en el círculo y su función trascendente.  Es importante aclarar algunos puntos importantes en lo que se refiere al “cuatro” como arquetipo simbólico. En todo tipo de cuaternidad, siempre uno será el diferente, (por favor obsérvenlo en sus grupos de amigos o familia, es muy interesante), como también, en los diferentes tipos psicológicos descritos arriba y  que todos poseemos, uno de ellos siempre estará a la sombra, nunca lo sacaremos a la luz, salvo inconscientemente. La realización del mandala con esta consigna, nos ayuda a identificar o aflorar aquello que predomina en nosotros, y aquello que no, traerlo un ratito a la luz, no para interpretar, si no como un claro encuentro con nuestra totalidad.



martes, 13 de diciembre de 2011

Jung y Los Mandalas, de "Recuerdos, sueños y pensamientos"

(…) comprendí lo que realmente es el mandala: «Formación-transformación, el eterno pasatiempo del sentido eterno.» Y esto es la individualidad, la integridad.


(…) Sólo cuando comencé a dibujar mandalas vi que todos los caminos que emprendía, y todos los pasos que daba, conducían de nuevo a un punto, concretamente al centro. Es la expresión de todos los caminos. Es el camino que lleva al centro, a la individuación.



(…) El mandala es una imagen arquetípica cuya existencia a través de los milenios puede comprobarse. Caracteriza la totalidad o simboliza la totalidad de la persona, del fundamento del alma expresada míticamente: simboliza el fenómeno de la divinidad encarnada en el hombre


Estos pequeños párrafos extraídos del libro “Recuerdos, sueños y Pensamientos” de C. G. Jung, nos dejan una reseña importante de lo que significa el Mandala como símbolo arquetípico, y nos lleva a un lugar esquivo, pero que irremediablemente quien transita por ciertas búsquedas interiores, o por ciertas preguntas fundamentales acerca de la vida, debe atravesar, y al que se debe estar dispuesto a llegar, que es al Propio Centro, al que Jung llamó el Self (El Si Mismo).

Son muchos los caminos por los cuales un individuo puede llegar a este centro, pero en su circularidad, el circulo o el Mandala, sin duda nos hace atravesar en miles de formas y colores por recovecos que ni la conciencia ni la razón jamás podrían interpretar o dirimir, pero que sin embargo el inconsciente en cada trazo va dejando una señal, un aviso, una alerta, un signo vital que nos conecta a las inquietudes fundamentales de la psique, y hace florecer a la luz de manera casi mágica, aquello que tal vez estuvo en la sombra alimentándose en asuntos no procesados o que negamos acérrimamente.

En forma de laberintos, de rectos caminos, de suaves curvas, de duros trazos y de formas fragmentadas simétricas y asimétricas, de signos masculinos y femeninos, llenos de colores o sin ellos, en cada estructura hay una firma única e individual, como una huella dactilar amplificada de diferentes formas y colores, esa individualidad y reconocimiento son las huellas de nuestro centro mas profundo, es cuando mas nos acercaremos a abrir suavemente las puertas a lo insondable de nuestro ser. Hermosa y valiente travesía para quien se permite jugar, enfrentar, entregarse y llegar al reconocimiento del Propio Ser.

jueves, 24 de noviembre de 2011

MANDALAS

Los mandalas, incorporados por C. G. Jung al ámbito psicoterapéutico, son indicadores de las demandas, necesidades y requerimientos de esa capa del inconsciente, que en Psicología Analítica se denomina sombra. 
La palabra mandala deviene del sánscrito y significa “circulo mágico”.
Dentro de sus primitivas aplicaciones era utilizado para armonizar el equilibrio entre la psiqué y el soma.
El mandala, según refiere el propio Jung, es una unidad de orden que, de alguna manera, emite la sombra, en un intento de retorno homeostático al estado de tranquilidad mental.
Jung ahonda en la psicología profunda o esfera del inconsciente. Investiga lo que denomina inconsciente colectivo, los complejos psíquicos que divide en dos: personales y universales. Estos últimos surgen de estados emocionales esenciales de la humanidad. Corresponden al inconsciente colectivo que se ubica en la capa más profunda de la psiquis, que se manifiesta a través de motivos de naturaleza mitológica o simbólica, que Jung designará como arquetipos.
En el lenguaje del inconsciente los arquetipos aparecen en forma de imágenes simbólicas. Los arquetipos conforman un material inagotable que remite a las relaciones más profundas de lo hombres con Dios y el cosmos y de los hombres entre sí. 
Jung señala que un verdadero símbolo aparece cuando hay necesidad de expresar lo que el pensamiento no puede pensar o sólo lo que adivina o siente. 
El círculo es un símbolo de la psique. El círculo expresa la totalidad de la psique en todos sus aspectos, incluida la relación entre el hombre y el conjunto de la naturaleza. Aparece en el primitivo culto solar, el la religión moderna, en mitos y sueños, en dibujos mandalas de los monjes tibetanos, en los trazados de ciudades o en  las ideas esféricas de los primeros astrónomos. En la arquitectura el mandala forma la planta de edificios seculares y sagrados en casi todas las civilizaciones.El cuadrado es símbolo de materia terrenal, del cuerpo y la real 
 

Jung, de El secreto de la flor de oro: 
   
“(…) La unión de los opuestos sobre un nivel más elevado es un proceso de desarrollo psíquico que se expresa en símbolos.  Históricamente fue siempre representado por símbolos y aún hoy se manifiesta en el desarrollo individual de la personalidad a través de figuras simbólicas. Ese hecho resultó, para mí, de las siguientes experiencias: las fantasías espontáneas, se ahondan y concentran paulatinamente en imágenes abstractas que aparentemente representan "principios”. Cuando las fantasías son principalmente expresadas como pensamientos, entran en escena formulaciones intuitivas de leyes o principios oscuramente presentidos, que de inmediato son dramatizados o personificados. Si las fantasías son dibujadas, surgen símbolos que pertenecen principalmente al tipo llamado mándala. 
Mandala quiere decir círculo, en especial círculo mágico. En su mayor parte, los mándalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con una clara propensión al cuatro, que recuerda la tetraktys pitagórica, el número básico. Se hallan también tales mándalas, como diseños en arena para usos rituales, entre los indios pueblos. 
Nacían en forma enteramente espontánea, -estos dibujos- y de dos fuentes. Una fuente es lo inconsciente, que engendra tales fantasías espontáneamente; la otra fuente es la vida, que vivida con la devoción más plena da un presentimiento del sí mismo, de la esencia individual. 
La percepción de la última fuente se expresa en el dibujo; la primera fuente obliga a un darse a la vida. Pues, totalmente en concordancia con la concepción oriental, el símbolo mandálico no sólo es expresión sino que también tiene efecto. Reacciona sobre su autor.   Antiquísimos efectos mágicos se asocian con ese símbolo, pues desciende originalmente del "círculo protector", del "circulo encantado", cuya magia se ha conservado en innumerables usos populares. La imagen tiene el objeto manifiesto de trazar un sulcus primigenius, un surco mágico alrededor del centro, el templum o el témenos (recinto sacro) de la personalidad más íntima para impedir la "efluxión" o rechazar la distracción por lo externo. Las prácticas mágicas no son otra cosa que proyecciones del acontecer anímico, que hallan aquí su reaplicación sobre el alma, obrando como una especie de encantamiento de la propia personalidad; es decir, un retrotraer, sostenido y facilitado por medio del proceder gráfico, de la atención o, mejor dicho, de la participación, a un recinto sacro interno que es origen y meta del alma, y que contiene esa unidad de vida y conciencia primero tenida, perdida luego y que ha de encontrarse nuevamente. La unidad de ambas es Tao, cuyo símbolo sería la luz blanca central. 
El Acercamiento", se expresa en nuestro texto por la idea del "curso circular". El curso circular no es meramente movimiento circular, sino que tiene por un lado el significado de un aislamiento del recinto sacro, y por el otro el de fijar y concentrar; la rueda solar comienza a correr, es decir, el sol es vivificado y comienza su carrera; en otras palabras, Tao comienza a actuar y a asumir la conducción.  El hacer se trueca en no-hacer, esto es, todo lo periférico es subordinado al comando de lo central; por lo tanto se dice: movimiento es otro nombre para dominación.  Psicológicamente, ese curso circular sería un "dar vueltas en círculo en torno a sí mismo", con lo cual evidentemente quedan implicados todos los aspectos de la personalidad. "Los polos de lo luminoso y de lo oscuro son puestos en movimiento circular", o sea, surge una alternancia de día y noche
Según esto, el movimiento circular tiene también el significado moral de la vivificación de todas las fuerzas lúcidas y oscuras de la naturaleza humana y, con ello, de todos los opuestos psicológicos de cualquier índole que sean. Lo cual no significa otra cosa que el autoconocimiento a través de la auto-incubación. Una presentación primitiva semejante del ser perfecto es el hombre platónico, redondo por todos lados, en el que también los sexos están unificados.
(…)
Por regla, el fenómeno es espontáneo, viene y va según su propio impulso. Su efecto es asombroso, por cuanto casi siempre produce una solución de las complicaciones anímicas y, con ello, un desligamiento de la personalidad interna respecto de enredos emocionales e ideológicos; de ese modo crea una unidad del ser que comúnmente se experimenta como "liberación". 
La voluntad consciente no puede alcanzar tal unidad simbólica, pues la conciencia es, en este caso, parte. El opositor es lo inconsciente colectivo, que no entiende ningún lenguaje de la conciencia. Por lo tanto, se tiene necesidad de símbolos "mágicamente" efectivos, que contengan aquellos analogismos primitivos que hablan a lo inconsciente. Sólo mediante el símbolo puede lo inconsciente ser alcanzado y expresado, por cuyo motivo jamás podrá la individuación abstenerse de símbolos. El símbolo es por un lado la expresión primitiva de lo inconsciente y, por el otro, una idea que corresponde al más alto presentimiento que le sea dado a la conciencia.
El más antiguo de los dibujos mandálicos que conozco es una llamada "rueda solar" paleolítica, que fue descubierta en Rhodesia. Está basada, de igual manera, en el número cuatro. Cosas que llegan tan hacia atrás en la historia de la humanidad tocan, naturalmente, las capas más profundas de lo inconsciente, y posibilitan asirlas donde el lenguaje consciente se muestra como totalmente impotente. Tales cosas no pueden ser creadas por el pensamiento, sino que deben crecer de nuevo hacía arriba desde la oscura profundidad del olvido, para expresar los presentimientos supremos de la conciencia y la intuición más alta del espíritu y, así, fundir en uno la unicidad de la conciencia actual con el primitivo pasado de la vida”.

                                                              
  

 Extraído de: Estética. La cuestión del arte, Elena Oliveras.
El simbolismo en las artes visuales, de Aniela Jaffé, El Símbolo del Circulo , El Hombre y sus símbolos, C. G. Jung.
El secreto de la Flor de Oro, C. G. Jung.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Sincronicidades



 De Eugenio Carutti 


La principal creencia colectiva sobre la que se  apoya el ego es que aquello que nos sucede es completamente casual. Estamos convencidos que los eventos de nuestra existencia son azarosos y que las personas que aparecen en nuestras vidas –ya sea que nos atraigan o que nos causen rechazo- son totalmente independientes de nosotros. Nos hemos condicionado para sentir que el mundo externo no tiene relación alguna con nuestro mundo interno.   Jung nos indicó la existencia de las sincronicidades, un tipo de acontecimientos en los que sentimos inequívocamente que lo que está sucediendo está íntimamente ligado a nuestro proceso psíquico.  Para Jung estos episodios se producen cada vez que el Sí mismo logra perforar la frontera establecida por nuestra personalidad superficial. Entonces, de una manera fugaz y completamente ajena a nuestra voluntad, se nos revela un orden desconocido, lleno de significación.

 Desde el punto de vista de la astrología lo que Jung llama sincronicidad está ocurriendo todo el tiempo, nos demos cuenta de ello o no. En el lenguaje astrológico no hay manera de distinguir entre lo "externo" y lo "interno"; lo que sucede "afuera" nuestro –en el mundo- y lo sucede "adentro" de nosotros –en la psiquis- Son dos lados de una misma realidad y si uno se mueve el otro también lo hará.  Por eso es ilusorio creer que lo que nos está pasando –nos guste o no- no debiera suceder. No somos un sujeto psíquico en un mundo azaroso de objetos que nos rodean; somos una estructura particular dentro de un campo multidimensional de vibraciones.     Por eso atraemos (o somos atraídos hacia) situaciones congruentes con esa estructura. Estas situaciones tienen un contenido que debemos asimilar, que de alguna manera nos corresponde vivir; solo su absorción nos completa y nos puede llevar a un nuevo estado de equilibrio. El problema es que solemos resistir al movimiento de la vida y muchas veces escapamos de aquello que  debemos experimentar. Así, nuestras experiencias permanecen incompletas y la misma situación deberá repetirse una y otra vez.   

La conciencia realiza un gran salto cuando es capaz de reconocer un patrón recurrente en la propia vida. Detrás de rostros y eventos aparentemente diferentes comenzamos a entrever un dibujo; una trama que permanecía oculta a nuestros ojos.   Eventualmente los hechos aparentemente fortuitos de nuestra existencia –dolorosos o afortunados- se unen como en una línea de puntos y reconocemos su verdadera significación. Para la astrología cada uno de nosotros es un diseño viviente, de un enorme potencial creativo.  Pero para que este florezca es preciso que no resistamos a los acontecimientos, que aprendamos de cada uno de nuestros vínculos. Que nos reconozcamos en el espejo del destino. Esto no es lo que nos han enseñado. Creemos que nuestra voluntad debe imponerse; que los demás son culpables de nuestras limitaciones; proyectamos sobre el mundo los contenidos desconocidos de nuestra psique y nos enredamos en ellos, sufriendo y causando sufrimiento a los demás.

 Tarde o temprano cada individuo debe reconocer hasta que punto su vida es mecánica. Esto va en contra de todas nuestras ideas acerca de la libertad. Pero el hecho es que lo somos. Nuestras acciones generalmente son solo reacciones; la mayor parte de nuestros sueños, deseos y temores no son otra cosa que la continuidad de miedos y deseos colectivos. No queremos aceptar esto. Lo rechazamos mediante todo tipo de argumentos, tanto racionales como místicos. La larga cadena de acciones y reacciones que se expresa a través de cada uno de nosotros es lo que algunas tradiciones llaman Karma. El psicoanálisis ha estudiado las repeticiones que provienen de nuestros padres. Jung nos ha mostrado el inmenso peso de lo colectivo sobre nosotros. Quizás esta cadena sea aún más compleja y provenga de las profundidades mismas de la materia. Pero saber cuales son las causas no es lo importante; sino darnos cuenta cada vez que reaccionamos mecánicamente a los eventos de nuestra vida. Si algo nos sucede es porque teníamos que pasar por allí. De nada vale escapar o pensar que podría no haber sucedido. Sucedió y en ese acontecimiento reside un secreto que debe ser comprendido.

Solemos creer que somos libres cada vez que podemos elegir entre opciones. Pero en realidad si  tenemos la sensación de elegir es porque estamos muy lejos de nuestro verdadero ser. Podemos reconocer su presencia porque cada vez que este se expresa no hay alternativas para nosotros. Cuando la personalidad superficial ha perdido contacto con el Sí-mismo, el diseño creador de nuestro ser generará alguna situación en la que no tendremos libertad para elegir; en la que nos sentiremos forzados a pasar por donde más tememos. Pero quizás esa sea la oportunidad para descubrir nuestra verdadera identidad. De enfrentar las consecuencias de la larga cadena de reacciones ciegas con las que estamos identificados; en tanto individuos, en tanto familias, estirpes o naciones. En tanto que humanos.

Acerca del Color

  

Teorías sobre el color

Newton y Goethe

  Las teorías sobre el color en occidente comenzaron con los griegos de la Antigüedad, que creían que los colores proceden de la lucha entre la luz y la oscuridad. Aristóteles consideraba que el  rojo estaba en la mitad de una línea continua del blanco al negro, en la que los demás colores estaban ordenados conforme a esto, el amarillo más cerca del blanco, y el azul más cerca del negro. A finales del siglo XVII, Newton utilizó un prisma de vidrio para dividir los rayos blancos de la luz del sol en un abanico de longitudes de onda, al que llamó spectrum, palabra latina que significa aparición o fantasma. Asignó nombres a los colores radiantes: violeta, índigo, azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Diagramó estos siete colores en un círculo, en el orden en que aparecían en el espectro y en el arco iris, creando la primera rueda de color. Colocó el blanco en el centro del círculo para simbolizar la síntesis de todos los colores en la luz blanca. El naranja, el verde y el violeta son los colores primarios de la luz.
                                                                                                                                                    
 Con su teoría de los colores Johann Wolfgang von Goethe quiso rebatir la teoría del científico Isaac Newton. Para Goethe la suma de todos los colores era el color gris, todos los colores nacen del gris. Tal es el punto de partida de su teoría. La luz del sol es incolora, plantea, pero cuando el cielo está nublado, los rayos del sol se ven amarillos. Cuanto más oscurecida está la luz solar, más intenso es su color –en el amanecer y en el ocaso, la luz del sol es roja-. Goethe observaba el cielo nocturno a través de un disco de vidrio oscurecido e iluminado por la luz de una vela y el cielo aparecía de color violeta. Cuanto más oscurecido el disco, más azul se veía el cielo. Por eso pensaba Goethe que el amarillo, el rojo y el azul surgen de lo oscuro, de lo turbio. El problema de Goethe era que no distinguía  entre la mezcla aditiva y la mezcla sustractiva (sustracción de la luz que realizan los colores materiales al mezclarse). 
 Goethe buscaba la esencia de los colores en sí. Quería revelar los “protofenómenos” frente a la “naturaleza artificial de las ciencias naturales”. Quería construir un sistema jerárquico con colores inferiores y superiores. El más elevado era el rojo, y el inferior el verde. El uso de los colores superiores e inferiores debía resaltar su mutua oposición, la elevación de unos sobre otros. Polaridad y elevación son los dos principios en los que se fundamenta la teoría goethiana de los colores.  Desarrolló una Parte didáctica en su Teoría de los colores, en la que considera el efecto sensible-moral de los colores, es decir, su efecto psicológico, simbólico y el simbolismo de los mismos socialmente establecido. Según su principio de la armonía por la polaridad, por medio de los opuestos que se complementan, crean una armonía natural aquellos colores que se complementan mutuamente, esto es, los colores complementarios. “Hacia la armonía por la jerarquía”, el principio más importante en Goethe, significa que los colores complementarios no pueden estar juntos como si tuvieran el mismo valor. Sólo un color puede parecer puro, y el resto opacos, debilitados con blanco o con negro. El color debilitado debe ser el que ocupe la mayor superficie. El color puro es cualidad dominante, mientras que el color quebrado es cantidad dominada. La teoría de los colores refleja un cuadro social.

 


Taller de Mandalas


El Circulo como Símbolo Arquetípico

Un encuentro con nuestra creatividad

Desde una hoja en blanco, lápices y colores, descubrimos y desarrollamos nuestras propias herramientas de expresión a través de las líneas, formas, colores y geometrías.

La creación de Mandalas nos ayuda a bajar el stress, la ansiedad, nos permite un estado relajado y meditativo, desde allí nos conectamos con nuestro ser Creativo para favorecer al desarrollo de nuestras potencialidades.

A través de la contemplación de nuestras creaciones desfloramos nuestro inconciente acercándonos a nuestro Centro, escapándonos de la estricta comprensión de lo real nos rendimos a una liberación trascendente.

Mucho material en libros y en la web hay sobre Mandalas, si bien desde este espacio no se agragará nada nuevo, la apuesta a lo nuevo pretende surgir desde la propia experimentación en la creación de Mandalas. Si bien se toma el término Mandala del sánscrito, que significa círculo, la perspectiva del taller es la exploración del Círculo como Símbolo Arquetípico que deviene desde los comienzos de la civilización desde todas las culturas.
Desde la visión Junguiana, tomando el centro como símbolo centro del ser, pretendemos explorar y potenciar el desarrollo creativo, desde un mayor reconocimiento de nuestras propias voces internas, diciendo y expresándonos a través de geometrías y colores, a través de formas y simetrías. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Taller de dibujo y pintura "El Hilo de Ariadna"

 En este espacio trabajamos desde las herramientas que nos brindan las artes visuales (dibujo, pintura, arcilla, mosaico...) para desarrollar nuestra creatividad, capacidad de juego, aprendiendo técnicas y compartiendo con otros nuestra propia búsqueda.
  
 Desde un enfoque que valora el arte como obra, herramienta y símbolo para la expresión y el descubrimiento permanente.