Algunos de los trabajos realizados en el taller:
Aquí algunos trabajos realizados en el taller. Muchos y significativos son los símbolos que aparecen a lo largo de un proceso en la realización de mandalas, lejos de sostenernos en la estética y tomar a ésta como referente de belleza, creo que como en el arte, la belleza (que puede o no tener cierta estética) esta oculta en un significado mucho mas profundo, íntimo y renovador, que en este caso es lo que debe experimentar el “artista”.
Me permito usar la palabra “artista” como sujeto creador, somos creadores por naturaleza, y cuando se disparan o empezamos a escuchar el impulso creador con un sentido más despojado de nuestras auto limitaciones, afloran, mayoritariamente para nuestra sorpresa, bellezas e incomodidades.
Mas allá de ello, esa conmoción placentera o desagradable es la prueba irrefutable de lo movilizante del mandala propiamente dicho, el sentido equilibrador y de ordenamiento comienza a cobrar sentido, mas allá de que podamos llegar a hacer conciente algún hecho específico que podamos identificar como fuente de algún conflicto, o no, el sentido estremecedor es un claro síntoma de equilibrio, que a veces es difícil de identificar de primera mano, pero con el correr del proceso, las cosas se acomodan a la justa medida tras una mirada retrospectiva y mas imparcial a la distancia.
Símbolos claros de transformación, transmutación, búsquedas profundas y espirituales, conectarnos con nuestro ser esencial, desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera se refleja en diferentes y bellísimas formas como mariposas, alas, flores brotando y rebrotando, laberintos y movimientos, renacimientos, todos ellos con un significado general pero con un sentido único para cada quien, según el momento, la persona, el contexto y lugar.
Si bien a veces esos caminos pueden llegar a ser transitados con una turbulencia inquietante, el tesoro escondido de nuestras voces internas nos esperarán siempre con renovada alegría e impulso para seguir enfrentando la vida. El objeto creado es también una extensión de nosotros, una voz que quiere y necesita ser escuchada, un idioma muchas veces incomprensible, pero no por ello menos significativo.