Los mandalas, incorporados por C. G. Jung al ámbito psicoterapéutico, son indicadores de las demandas, necesidades y requerimientos de esa capa del inconsciente, que en Psicología Analítica se denomina sombra.
La palabra mandala deviene del sánscrito y significa “circulo mágico”.
Dentro de sus primitivas aplicaciones era utilizado para armonizar el equilibrio entre la psiqué y el soma.
El mandala, según refiere el propio Jung, es una unidad de orden que, de alguna manera, emite la sombra, en un intento de retorno homeostático al estado de tranquilidad mental.
Jung ahonda en la psicología profunda o esfera del inconsciente. Investiga lo que denomina inconsciente colectivo, los complejos psíquicos que divide en dos: personales y universales. Estos últimos surgen de estados emocionales esenciales de la humanidad. Corresponden al inconsciente colectivo que se ubica en la capa más profunda de la psiquis, que se manifiesta a través de motivos de naturaleza mitológica o simbólica, que Jung designará como arquetipos.
En el lenguaje del inconsciente los arquetipos aparecen en forma de imágenes simbólicas. Los arquetipos conforman un material inagotable que remite a las relaciones más profundas de lo hombres con Dios y el cosmos y de los hombres entre sí.
Jung señala que un verdadero símbolo aparece cuando hay necesidad de expresar lo que el pensamiento no puede pensar o sólo lo que adivina o siente.
El círculo es un símbolo de la psique. El círculo expresa la totalidad de la psique en todos sus aspectos, incluida la relación entre el hombre y el conjunto de la naturaleza. Aparece en el primitivo culto solar, el la religión moderna, en mitos y sueños, en dibujos mandalas de los monjes tibetanos, en los trazados de ciudades o en las ideas esféricas de los primeros astrónomos. En la arquitectura el mandala forma la planta de edificios seculares y sagrados en casi todas las civilizaciones.El cuadrado es símbolo de materia terrenal, del cuerpo y la real
Jung, de El secreto de la flor de oro:
“(…) La unión de los opuestos sobre un nivel más elevado es un proceso de desarrollo psíquico que se expresa en símbolos. Históricamente fue siempre representado por símbolos y aún hoy se manifiesta en el desarrollo individual de la personalidad a través de figuras simbólicas. Ese hecho resultó, para mí, de las siguientes experiencias: las fantasías espontáneas, se ahondan y concentran paulatinamente en imágenes abstractas que aparentemente representan "principios”. Cuando las fantasías son principalmente expresadas como pensamientos, entran en escena formulaciones intuitivas de leyes o principios oscuramente presentidos, que de inmediato son dramatizados o personificados. Si las fantasías son dibujadas, surgen símbolos que pertenecen principalmente al tipo llamado mándala.
Mandala quiere decir círculo, en especial círculo mágico. En su mayor parte, los mándalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con una clara propensión al cuatro, que recuerda la tetraktys pitagórica, el número básico. Se hallan también tales mándalas, como diseños en arena para usos rituales, entre los indios pueblos.
Nacían en forma enteramente espontánea, -estos dibujos- y de dos fuentes. Una fuente es lo inconsciente, que engendra tales fantasías espontáneamente; la otra fuente es la vida, que vivida con la devoción más plena da un presentimiento del sí mismo, de la esencia individual.
La percepción de la última fuente se expresa en el dibujo; la primera fuente obliga a un darse a la vida. Pues, totalmente en concordancia con la concepción oriental, el símbolo mandálico no sólo es expresión sino que también tiene efecto. Reacciona sobre su autor. Antiquísimos efectos mágicos se asocian con ese símbolo, pues desciende originalmente del "círculo protector", del "circulo encantado", cuya magia se ha conservado en innumerables usos populares. La imagen tiene el objeto manifiesto de trazar un sulcus primigenius, un surco mágico alrededor del centro, el templum o el témenos (recinto sacro) de la personalidad más íntima para impedir la "efluxión" o rechazar la distracción por lo externo. Las prácticas mágicas no son otra cosa que proyecciones del acontecer anímico, que hallan aquí su reaplicación sobre el alma, obrando como una especie de encantamiento de la propia personalidad; es decir, un retrotraer, sostenido y facilitado por medio del proceder gráfico, de la atención o, mejor dicho, de la participación, a un recinto sacro interno que es origen y meta del alma, y que contiene esa unidad de vida y conciencia primero tenida, perdida luego y que ha de encontrarse nuevamente. La unidad de ambas es Tao, cuyo símbolo sería la luz blanca central.
El Acercamiento", se expresa en nuestro texto por la idea del "curso circular". El curso circular no es meramente movimiento circular, sino que tiene por un lado el significado de un aislamiento del recinto sacro, y por el otro el de fijar y concentrar; la rueda solar comienza a correr, es decir, el sol es vivificado y comienza su carrera; en otras palabras, Tao comienza a actuar y a asumir la conducción. El hacer se trueca en no-hacer, esto es, todo lo periférico es subordinado al comando de lo central; por lo tanto se dice: movimiento es otro nombre para dominación. Psicológicamente, ese curso circular sería un "dar vueltas en círculo en torno a sí mismo", con lo cual evidentemente quedan implicados todos los aspectos de la personalidad. "Los polos de lo luminoso y de lo oscuro son puestos en movimiento circular", o sea, surge una alternancia de día y noche
Según esto, el movimiento circular tiene también el significado moral de la vivificación de todas las fuerzas lúcidas y oscuras de la naturaleza humana y, con ello, de todos los opuestos psicológicos de cualquier índole que sean. Lo cual no significa otra cosa que el autoconocimiento a través de la auto-incubación. Una presentación primitiva semejante del ser perfecto es el hombre platónico, redondo por todos lados, en el que también los sexos están unificados.
(…)
Por regla, el fenómeno es espontáneo, viene y va según su propio impulso. Su efecto es asombroso, por cuanto casi siempre produce una solución de las complicaciones anímicas y, con ello, un desligamiento de la personalidad interna respecto de enredos emocionales e ideológicos; de ese modo crea una unidad del ser que comúnmente se experimenta como "liberación".
La voluntad consciente no puede alcanzar tal unidad simbólica, pues la conciencia es, en este caso, parte. El opositor es lo inconsciente colectivo, que no entiende ningún lenguaje de la conciencia. Por lo tanto, se tiene necesidad de símbolos "mágicamente" efectivos, que contengan aquellos analogismos primitivos que hablan a lo inconsciente. Sólo mediante el símbolo puede lo inconsciente ser alcanzado y expresado, por cuyo motivo jamás podrá la individuación abstenerse de símbolos. El símbolo es por un lado la expresión primitiva de lo inconsciente y, por el otro, una idea que corresponde al más alto presentimiento que le sea dado a la conciencia.(…)
Por regla, el fenómeno es espontáneo, viene y va según su propio impulso. Su efecto es asombroso, por cuanto casi siempre produce una solución de las complicaciones anímicas y, con ello, un desligamiento de la personalidad interna respecto de enredos emocionales e ideológicos; de ese modo crea una unidad del ser que comúnmente se experimenta como "liberación".
El más antiguo de los dibujos mandálicos que conozco es una llamada "rueda solar" paleolítica, que fue descubierta en Rhodesia. Está basada, de igual manera, en el número cuatro. Cosas que llegan tan hacia atrás en la historia de la humanidad tocan, naturalmente, las capas más profundas de lo inconsciente, y posibilitan asirlas donde el lenguaje consciente se muestra como totalmente impotente. Tales cosas no pueden ser creadas por el pensamiento, sino que deben crecer de nuevo hacía arriba desde la oscura profundidad del olvido, para expresar los presentimientos supremos de la conciencia y la intuición más alta del espíritu y, así, fundir en uno la unicidad de la conciencia actual con el primitivo pasado de la vida”.
Extraído de: Estética. La cuestión del arte, Elena Oliveras.
El simbolismo en las artes visuales, de Aniela Jaffé, El Símbolo del Circulo , El Hombre y sus símbolos, C. G. Jung.
El secreto de la Flor de Oro, C. G. Jung.