jueves, 24 de noviembre de 2011

MANDALAS

Los mandalas, incorporados por C. G. Jung al ámbito psicoterapéutico, son indicadores de las demandas, necesidades y requerimientos de esa capa del inconsciente, que en Psicología Analítica se denomina sombra. 
La palabra mandala deviene del sánscrito y significa “circulo mágico”.
Dentro de sus primitivas aplicaciones era utilizado para armonizar el equilibrio entre la psiqué y el soma.
El mandala, según refiere el propio Jung, es una unidad de orden que, de alguna manera, emite la sombra, en un intento de retorno homeostático al estado de tranquilidad mental.
Jung ahonda en la psicología profunda o esfera del inconsciente. Investiga lo que denomina inconsciente colectivo, los complejos psíquicos que divide en dos: personales y universales. Estos últimos surgen de estados emocionales esenciales de la humanidad. Corresponden al inconsciente colectivo que se ubica en la capa más profunda de la psiquis, que se manifiesta a través de motivos de naturaleza mitológica o simbólica, que Jung designará como arquetipos.
En el lenguaje del inconsciente los arquetipos aparecen en forma de imágenes simbólicas. Los arquetipos conforman un material inagotable que remite a las relaciones más profundas de lo hombres con Dios y el cosmos y de los hombres entre sí. 
Jung señala que un verdadero símbolo aparece cuando hay necesidad de expresar lo que el pensamiento no puede pensar o sólo lo que adivina o siente. 
El círculo es un símbolo de la psique. El círculo expresa la totalidad de la psique en todos sus aspectos, incluida la relación entre el hombre y el conjunto de la naturaleza. Aparece en el primitivo culto solar, el la religión moderna, en mitos y sueños, en dibujos mandalas de los monjes tibetanos, en los trazados de ciudades o en  las ideas esféricas de los primeros astrónomos. En la arquitectura el mandala forma la planta de edificios seculares y sagrados en casi todas las civilizaciones.El cuadrado es símbolo de materia terrenal, del cuerpo y la real 
 

Jung, de El secreto de la flor de oro: 
   
“(…) La unión de los opuestos sobre un nivel más elevado es un proceso de desarrollo psíquico que se expresa en símbolos.  Históricamente fue siempre representado por símbolos y aún hoy se manifiesta en el desarrollo individual de la personalidad a través de figuras simbólicas. Ese hecho resultó, para mí, de las siguientes experiencias: las fantasías espontáneas, se ahondan y concentran paulatinamente en imágenes abstractas que aparentemente representan "principios”. Cuando las fantasías son principalmente expresadas como pensamientos, entran en escena formulaciones intuitivas de leyes o principios oscuramente presentidos, que de inmediato son dramatizados o personificados. Si las fantasías son dibujadas, surgen símbolos que pertenecen principalmente al tipo llamado mándala. 
Mandala quiere decir círculo, en especial círculo mágico. En su mayor parte, los mándalas tienen forma de flor, cruz o rueda, con una clara propensión al cuatro, que recuerda la tetraktys pitagórica, el número básico. Se hallan también tales mándalas, como diseños en arena para usos rituales, entre los indios pueblos. 
Nacían en forma enteramente espontánea, -estos dibujos- y de dos fuentes. Una fuente es lo inconsciente, que engendra tales fantasías espontáneamente; la otra fuente es la vida, que vivida con la devoción más plena da un presentimiento del sí mismo, de la esencia individual. 
La percepción de la última fuente se expresa en el dibujo; la primera fuente obliga a un darse a la vida. Pues, totalmente en concordancia con la concepción oriental, el símbolo mandálico no sólo es expresión sino que también tiene efecto. Reacciona sobre su autor.   Antiquísimos efectos mágicos se asocian con ese símbolo, pues desciende originalmente del "círculo protector", del "circulo encantado", cuya magia se ha conservado en innumerables usos populares. La imagen tiene el objeto manifiesto de trazar un sulcus primigenius, un surco mágico alrededor del centro, el templum o el témenos (recinto sacro) de la personalidad más íntima para impedir la "efluxión" o rechazar la distracción por lo externo. Las prácticas mágicas no son otra cosa que proyecciones del acontecer anímico, que hallan aquí su reaplicación sobre el alma, obrando como una especie de encantamiento de la propia personalidad; es decir, un retrotraer, sostenido y facilitado por medio del proceder gráfico, de la atención o, mejor dicho, de la participación, a un recinto sacro interno que es origen y meta del alma, y que contiene esa unidad de vida y conciencia primero tenida, perdida luego y que ha de encontrarse nuevamente. La unidad de ambas es Tao, cuyo símbolo sería la luz blanca central. 
El Acercamiento", se expresa en nuestro texto por la idea del "curso circular". El curso circular no es meramente movimiento circular, sino que tiene por un lado el significado de un aislamiento del recinto sacro, y por el otro el de fijar y concentrar; la rueda solar comienza a correr, es decir, el sol es vivificado y comienza su carrera; en otras palabras, Tao comienza a actuar y a asumir la conducción.  El hacer se trueca en no-hacer, esto es, todo lo periférico es subordinado al comando de lo central; por lo tanto se dice: movimiento es otro nombre para dominación.  Psicológicamente, ese curso circular sería un "dar vueltas en círculo en torno a sí mismo", con lo cual evidentemente quedan implicados todos los aspectos de la personalidad. "Los polos de lo luminoso y de lo oscuro son puestos en movimiento circular", o sea, surge una alternancia de día y noche
Según esto, el movimiento circular tiene también el significado moral de la vivificación de todas las fuerzas lúcidas y oscuras de la naturaleza humana y, con ello, de todos los opuestos psicológicos de cualquier índole que sean. Lo cual no significa otra cosa que el autoconocimiento a través de la auto-incubación. Una presentación primitiva semejante del ser perfecto es el hombre platónico, redondo por todos lados, en el que también los sexos están unificados.
(…)
Por regla, el fenómeno es espontáneo, viene y va según su propio impulso. Su efecto es asombroso, por cuanto casi siempre produce una solución de las complicaciones anímicas y, con ello, un desligamiento de la personalidad interna respecto de enredos emocionales e ideológicos; de ese modo crea una unidad del ser que comúnmente se experimenta como "liberación". 
La voluntad consciente no puede alcanzar tal unidad simbólica, pues la conciencia es, en este caso, parte. El opositor es lo inconsciente colectivo, que no entiende ningún lenguaje de la conciencia. Por lo tanto, se tiene necesidad de símbolos "mágicamente" efectivos, que contengan aquellos analogismos primitivos que hablan a lo inconsciente. Sólo mediante el símbolo puede lo inconsciente ser alcanzado y expresado, por cuyo motivo jamás podrá la individuación abstenerse de símbolos. El símbolo es por un lado la expresión primitiva de lo inconsciente y, por el otro, una idea que corresponde al más alto presentimiento que le sea dado a la conciencia.
El más antiguo de los dibujos mandálicos que conozco es una llamada "rueda solar" paleolítica, que fue descubierta en Rhodesia. Está basada, de igual manera, en el número cuatro. Cosas que llegan tan hacia atrás en la historia de la humanidad tocan, naturalmente, las capas más profundas de lo inconsciente, y posibilitan asirlas donde el lenguaje consciente se muestra como totalmente impotente. Tales cosas no pueden ser creadas por el pensamiento, sino que deben crecer de nuevo hacía arriba desde la oscura profundidad del olvido, para expresar los presentimientos supremos de la conciencia y la intuición más alta del espíritu y, así, fundir en uno la unicidad de la conciencia actual con el primitivo pasado de la vida”.

                                                              
  

 Extraído de: Estética. La cuestión del arte, Elena Oliveras.
El simbolismo en las artes visuales, de Aniela Jaffé, El Símbolo del Circulo , El Hombre y sus símbolos, C. G. Jung.
El secreto de la Flor de Oro, C. G. Jung.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Sincronicidades



 De Eugenio Carutti 


La principal creencia colectiva sobre la que se  apoya el ego es que aquello que nos sucede es completamente casual. Estamos convencidos que los eventos de nuestra existencia son azarosos y que las personas que aparecen en nuestras vidas –ya sea que nos atraigan o que nos causen rechazo- son totalmente independientes de nosotros. Nos hemos condicionado para sentir que el mundo externo no tiene relación alguna con nuestro mundo interno.   Jung nos indicó la existencia de las sincronicidades, un tipo de acontecimientos en los que sentimos inequívocamente que lo que está sucediendo está íntimamente ligado a nuestro proceso psíquico.  Para Jung estos episodios se producen cada vez que el Sí mismo logra perforar la frontera establecida por nuestra personalidad superficial. Entonces, de una manera fugaz y completamente ajena a nuestra voluntad, se nos revela un orden desconocido, lleno de significación.

 Desde el punto de vista de la astrología lo que Jung llama sincronicidad está ocurriendo todo el tiempo, nos demos cuenta de ello o no. En el lenguaje astrológico no hay manera de distinguir entre lo "externo" y lo "interno"; lo que sucede "afuera" nuestro –en el mundo- y lo sucede "adentro" de nosotros –en la psiquis- Son dos lados de una misma realidad y si uno se mueve el otro también lo hará.  Por eso es ilusorio creer que lo que nos está pasando –nos guste o no- no debiera suceder. No somos un sujeto psíquico en un mundo azaroso de objetos que nos rodean; somos una estructura particular dentro de un campo multidimensional de vibraciones.     Por eso atraemos (o somos atraídos hacia) situaciones congruentes con esa estructura. Estas situaciones tienen un contenido que debemos asimilar, que de alguna manera nos corresponde vivir; solo su absorción nos completa y nos puede llevar a un nuevo estado de equilibrio. El problema es que solemos resistir al movimiento de la vida y muchas veces escapamos de aquello que  debemos experimentar. Así, nuestras experiencias permanecen incompletas y la misma situación deberá repetirse una y otra vez.   

La conciencia realiza un gran salto cuando es capaz de reconocer un patrón recurrente en la propia vida. Detrás de rostros y eventos aparentemente diferentes comenzamos a entrever un dibujo; una trama que permanecía oculta a nuestros ojos.   Eventualmente los hechos aparentemente fortuitos de nuestra existencia –dolorosos o afortunados- se unen como en una línea de puntos y reconocemos su verdadera significación. Para la astrología cada uno de nosotros es un diseño viviente, de un enorme potencial creativo.  Pero para que este florezca es preciso que no resistamos a los acontecimientos, que aprendamos de cada uno de nuestros vínculos. Que nos reconozcamos en el espejo del destino. Esto no es lo que nos han enseñado. Creemos que nuestra voluntad debe imponerse; que los demás son culpables de nuestras limitaciones; proyectamos sobre el mundo los contenidos desconocidos de nuestra psique y nos enredamos en ellos, sufriendo y causando sufrimiento a los demás.

 Tarde o temprano cada individuo debe reconocer hasta que punto su vida es mecánica. Esto va en contra de todas nuestras ideas acerca de la libertad. Pero el hecho es que lo somos. Nuestras acciones generalmente son solo reacciones; la mayor parte de nuestros sueños, deseos y temores no son otra cosa que la continuidad de miedos y deseos colectivos. No queremos aceptar esto. Lo rechazamos mediante todo tipo de argumentos, tanto racionales como místicos. La larga cadena de acciones y reacciones que se expresa a través de cada uno de nosotros es lo que algunas tradiciones llaman Karma. El psicoanálisis ha estudiado las repeticiones que provienen de nuestros padres. Jung nos ha mostrado el inmenso peso de lo colectivo sobre nosotros. Quizás esta cadena sea aún más compleja y provenga de las profundidades mismas de la materia. Pero saber cuales son las causas no es lo importante; sino darnos cuenta cada vez que reaccionamos mecánicamente a los eventos de nuestra vida. Si algo nos sucede es porque teníamos que pasar por allí. De nada vale escapar o pensar que podría no haber sucedido. Sucedió y en ese acontecimiento reside un secreto que debe ser comprendido.

Solemos creer que somos libres cada vez que podemos elegir entre opciones. Pero en realidad si  tenemos la sensación de elegir es porque estamos muy lejos de nuestro verdadero ser. Podemos reconocer su presencia porque cada vez que este se expresa no hay alternativas para nosotros. Cuando la personalidad superficial ha perdido contacto con el Sí-mismo, el diseño creador de nuestro ser generará alguna situación en la que no tendremos libertad para elegir; en la que nos sentiremos forzados a pasar por donde más tememos. Pero quizás esa sea la oportunidad para descubrir nuestra verdadera identidad. De enfrentar las consecuencias de la larga cadena de reacciones ciegas con las que estamos identificados; en tanto individuos, en tanto familias, estirpes o naciones. En tanto que humanos.

Acerca del Color

  

Teorías sobre el color

Newton y Goethe

  Las teorías sobre el color en occidente comenzaron con los griegos de la Antigüedad, que creían que los colores proceden de la lucha entre la luz y la oscuridad. Aristóteles consideraba que el  rojo estaba en la mitad de una línea continua del blanco al negro, en la que los demás colores estaban ordenados conforme a esto, el amarillo más cerca del blanco, y el azul más cerca del negro. A finales del siglo XVII, Newton utilizó un prisma de vidrio para dividir los rayos blancos de la luz del sol en un abanico de longitudes de onda, al que llamó spectrum, palabra latina que significa aparición o fantasma. Asignó nombres a los colores radiantes: violeta, índigo, azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Diagramó estos siete colores en un círculo, en el orden en que aparecían en el espectro y en el arco iris, creando la primera rueda de color. Colocó el blanco en el centro del círculo para simbolizar la síntesis de todos los colores en la luz blanca. El naranja, el verde y el violeta son los colores primarios de la luz.
                                                                                                                                                    
 Con su teoría de los colores Johann Wolfgang von Goethe quiso rebatir la teoría del científico Isaac Newton. Para Goethe la suma de todos los colores era el color gris, todos los colores nacen del gris. Tal es el punto de partida de su teoría. La luz del sol es incolora, plantea, pero cuando el cielo está nublado, los rayos del sol se ven amarillos. Cuanto más oscurecida está la luz solar, más intenso es su color –en el amanecer y en el ocaso, la luz del sol es roja-. Goethe observaba el cielo nocturno a través de un disco de vidrio oscurecido e iluminado por la luz de una vela y el cielo aparecía de color violeta. Cuanto más oscurecido el disco, más azul se veía el cielo. Por eso pensaba Goethe que el amarillo, el rojo y el azul surgen de lo oscuro, de lo turbio. El problema de Goethe era que no distinguía  entre la mezcla aditiva y la mezcla sustractiva (sustracción de la luz que realizan los colores materiales al mezclarse). 
 Goethe buscaba la esencia de los colores en sí. Quería revelar los “protofenómenos” frente a la “naturaleza artificial de las ciencias naturales”. Quería construir un sistema jerárquico con colores inferiores y superiores. El más elevado era el rojo, y el inferior el verde. El uso de los colores superiores e inferiores debía resaltar su mutua oposición, la elevación de unos sobre otros. Polaridad y elevación son los dos principios en los que se fundamenta la teoría goethiana de los colores.  Desarrolló una Parte didáctica en su Teoría de los colores, en la que considera el efecto sensible-moral de los colores, es decir, su efecto psicológico, simbólico y el simbolismo de los mismos socialmente establecido. Según su principio de la armonía por la polaridad, por medio de los opuestos que se complementan, crean una armonía natural aquellos colores que se complementan mutuamente, esto es, los colores complementarios. “Hacia la armonía por la jerarquía”, el principio más importante en Goethe, significa que los colores complementarios no pueden estar juntos como si tuvieran el mismo valor. Sólo un color puede parecer puro, y el resto opacos, debilitados con blanco o con negro. El color debilitado debe ser el que ocupe la mayor superficie. El color puro es cualidad dominante, mientras que el color quebrado es cantidad dominada. La teoría de los colores refleja un cuadro social.

 


Taller de Mandalas


El Circulo como Símbolo Arquetípico

Un encuentro con nuestra creatividad

Desde una hoja en blanco, lápices y colores, descubrimos y desarrollamos nuestras propias herramientas de expresión a través de las líneas, formas, colores y geometrías.

La creación de Mandalas nos ayuda a bajar el stress, la ansiedad, nos permite un estado relajado y meditativo, desde allí nos conectamos con nuestro ser Creativo para favorecer al desarrollo de nuestras potencialidades.

A través de la contemplación de nuestras creaciones desfloramos nuestro inconciente acercándonos a nuestro Centro, escapándonos de la estricta comprensión de lo real nos rendimos a una liberación trascendente.

Mucho material en libros y en la web hay sobre Mandalas, si bien desde este espacio no se agragará nada nuevo, la apuesta a lo nuevo pretende surgir desde la propia experimentación en la creación de Mandalas. Si bien se toma el término Mandala del sánscrito, que significa círculo, la perspectiva del taller es la exploración del Círculo como Símbolo Arquetípico que deviene desde los comienzos de la civilización desde todas las culturas.
Desde la visión Junguiana, tomando el centro como símbolo centro del ser, pretendemos explorar y potenciar el desarrollo creativo, desde un mayor reconocimiento de nuestras propias voces internas, diciendo y expresándonos a través de geometrías y colores, a través de formas y simetrías. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Taller de dibujo y pintura "El Hilo de Ariadna"

 En este espacio trabajamos desde las herramientas que nos brindan las artes visuales (dibujo, pintura, arcilla, mosaico...) para desarrollar nuestra creatividad, capacidad de juego, aprendiendo técnicas y compartiendo con otros nuestra propia búsqueda.
  
 Desde un enfoque que valora el arte como obra, herramienta y símbolo para la expresión y el descubrimiento permanente.