(…) comprendí lo que realmente es el mandala: «Formación-transformación, el eterno pasatiempo del sentido eterno.» Y esto es la individualidad, la integridad.
(…) Sólo cuando comencé a dibujar mandalas vi que todos los caminos que emprendía, y todos los pasos que daba, conducían de nuevo a un punto, concretamente al centro. Es la expresión de todos los caminos. Es el camino que lleva al centro, a la individuación.
(…) El mandala es una imagen arquetípica cuya existencia a través de los milenios puede comprobarse. Caracteriza la totalidad o simboliza la totalidad de la persona, del fundamento del alma expresada míticamente: simboliza el fenómeno de la divinidad encarnada en el hombre.
Estos pequeños párrafos extraídos del libro “Recuerdos, sueños y Pensamientos” de C. G. Jung, nos dejan una reseña importante de lo que significa el Mandala como símbolo arquetípico, y nos lleva a un lugar esquivo, pero que irremediablemente quien transita por ciertas búsquedas interiores, o por ciertas preguntas fundamentales acerca de la vida, debe atravesar, y al que se debe estar dispuesto a llegar, que es al Propio Centro, al que Jung llamó el Self (El Si Mismo).
Son muchos los caminos por los cuales un individuo puede llegar a este centro, pero en su circularidad, el circulo o el Mandala, sin duda nos hace atravesar en miles de formas y colores por recovecos que ni la conciencia ni la razón jamás podrían interpretar o dirimir, pero que sin embargo el inconsciente en cada trazo va dejando una señal, un aviso, una alerta, un signo vital que nos conecta a las inquietudes fundamentales de la psique, y hace florecer a la luz de manera casi mágica, aquello que tal vez estuvo en la sombra alimentándose en asuntos no procesados o que negamos acérrimamente.
En forma de laberintos, de rectos caminos, de suaves curvas, de duros trazos y de formas fragmentadas simétricas y asimétricas, de signos masculinos y femeninos, llenos de colores o sin ellos, en cada estructura hay una firma única e individual, como una huella dactilar amplificada de diferentes formas y colores, esa individualidad y reconocimiento son las huellas de nuestro centro mas profundo, es cuando mas nos acercaremos a abrir suavemente las puertas a lo insondable de nuestro ser. Hermosa y valiente travesía para quien se permite jugar, enfrentar, entregarse y llegar al reconocimiento del Propio Ser.
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